viernes, 20 de octubre de 2017

Policía Nacional

Es tu momento. Reflexiona y piénsalo; total, quizás mi futuro
 simplemente dependa de tu decisión.




Todos, absolutamente todos, podemos contar sobre aquella vez en la que pudo pasar esto, o esto otro; y, que finalmente, no sucedió nada. Ese final, consciente o inconscientemente, es determinado por la acción o inacción de terceras personas, quizás hasta ahora desconocidas pero que ya forman parte de tu vida. ¿Burlaron el destino previsto? o, quizás fuera esto lo que verdaderamente tendría que suceder.
 
 
Yo, a día de hoy, tengo una vida más o menos estable. Tengo un trabajo, un buen trabajo podríamos decir. Tengo una familia, unos padres. Viajo con regularidad para ver a mis hijos, no sin tener que realizar un importante gasto económico. En fin, tengo una vida más o menos normal. Lo que pocos saben, muy pocos, es que una noche todo, absolutamente todo, pudo haber terminado drásticamente. Y, de haber acabado así, me salvó un Policía Nacional.
 
 
Hoy, octubre del 2017, son fechas en las que aparecen noticias sobre la acción de Policía Nacional y Guardia Civil en Cataluña. Hablan de brutalidad, de cargas policiales, de exceso en la forma de acometer su trabajo. Se ven imágenes, vídeos. Se escuchan declaraciones. Esas imágenes despiertan indignación, rechazo, ... Yo, en cambio, sólo puedo mostrar una cosa:  un agradecimiento infinito.
 
 
 
Hace unos años, quizás ya 2 años, el nivel de mi adicción no era el que hoy padezco. Estaba muy, muy enganchado. Consumía casi a diario, y grandes cantidades. Al menos, comparando con mi situación actual, 1gr. diario es mucho, realmente es mucho.
  
Consumo elevado, y sin control.
 
Ese día, me tocaba trabajar en turno de noche. Llevaba varios días consumiendo, de hecho ese día había consumido por la mañana e incluso por la tarde. Físicamente podría haber aguantado sin consumir perfectamente; pero estaba sin control.
 
 
 
No hablaré sobre mi trabajo, tan solo mencionar que controlo un sistema bastante importante. Yo paro y arranco procesos. Yo, y nadie más; al menos durante mi turno. Esa noche, hubo una parada técnica. Son 2 o 3 horas, luego poco a poco voy levantando una serie de procesos, para en poco más o menos 30 minutos, tener de nuevo todo operativo. 
 
 
 
SIN CONTROL
 
Puedes ser la persona más inteligente del mundo, la más responsable en tus funciones. Un referente. Un ejemplo para otros. Puedes ser lo que quieras, que si estás enganchado a la Heroína, todo pasa a un segundo plano. Da igual lo que dicte el sentido común. Lo primero es lo primero; y ella, la Heroína, siempre es la primera.
 
Era turno de noche. Llegó la hora de parar una serie de procesos; procedo sin problemas. Posteriormente, dispongo de 2 o 3 horas hasta que tenga que volver a levantar todo de nuevo.
 
Son esas 2 o 3 horas, tiempo suficiente para ir al Poblado, pillar y volver corriendo al puesto de trabajo.
 
Estaba muy, muy enganchado. Con anterioridad, otras  2 o 3 veces, ya lo hice. No hubo problemas, no tendría que haberlos tampoco ahora. En cualquier caso, una pequeña llama de sentido común dicta que, si hubiera problemas, un control de Policía, cualquier problema ... simplemente no entraría al Poblado. He consumido hace unas horas, no tengo verdadera necesidad ... sólo es el descontrol de un adicto.
 
 
Para ahorrar tiempo, cojo el vehículo del trabajo. No tiene porque suceder nada. Llegar, pillar e irse.
 
 
Llego al Poblado. No observo ningún coche de la Policía, la entrada estaba limpia.  Sin perder ni un minuto, determino por aparcar en la primera casa abierta; el fuego de una hoguera así lo indica. Aparco y, decidido, entro.
 
Un breve saludo al machaca de la entrada. Paso a la estancia, apenas hay 2 personas haciendo cola frente al ventanuco  para pillar; aunque hay mucha más gente dentro. Sentados, fumando, hablando ... afuera hace frío. Dentro se está bien.
 
Terminan con un cliente. Atienden a otra persona, el siguiente soy yo. Voy incluso preparando el dinero; por ganar algo de tiempo. No me gusta sacar el dinero antes de ser atendido. En un fumadero hay auténticos linces que, si ven que vas a pillar cierta cantidad (20€ o más), se pegan a ti para poder sacarte la punta. La punta es una pequeñísima cantidad de droga que el vendedor tiene por costumbre 'regalar' a los clientes que pillen a partir de una cierta cantidad; suele ser a partir de 20€.
 
¡Ya me toca!.
 
Por favor, ponme de caballo ... - empiezo a pillar, cuando oigo de fondo nuevas personas que acaban de entrar.
 
¡Menudo control que hay en la entrada! - vocifera un recién llegado.
 
 
Quedo paralizado. Inmóvil. Las micras en una mano, un trozo de 'Nanas' en la otra. ¡No puede ser!, joder, ¡¡NO PUEDE SER!!.
 
 
Hablo con el de la puerta. Le pido que me deje salir o asomarme un poco. Desde donde estamos se ve perfectamente la rotonda de entrada. De todas formas, ya se adivinan el reflejo de las luces de los vehículos. Es un control a los coches. Son tres o cuatro furgones y, quizás, otros dos coches. Es la Policía Municipal. La situación es desesperante, pero tengo heroína. Acabo de pillar. Lo primero: fumar. La calma viene inmediatamente después.
 
 
Bueno, la situación  es .... hay que reconocer que he tenido muy mala suerte. Joder, he traído el coche de empresa. Si hubiera ido a por mi coche personal, hubiera tardado 5 o 10 minutos, los minutos necesarios para que, cuando hubiera llegado, ya estuviera el control policial. Por 5 minutos, ... no puede ser. Voy a fumarme otra pipa, estoy empezando a ponerme nervioso. Todavía es temprano. Apenas han pasado 30 minutos. Simplemente tengo que aguantar y esperar a que el control de los Municipales se levante. Imagino que en 1 hora lo darán por finalizado. Es una noche fría. Sólo es esperar. Tengo dinero para pillar más, de momento no hace falta. Confío que se marchen en unos minutos.
 
 
Ha pasado ya 1 hora y media. Empiezo a estar muy preocupado. ¿Por qué traje el coche de empresa?. Joder, en 90 minutos tengo que estar en el trabajo. Tienen que estar los procesos levantados. No tengo otros compañeros, no hay nadie mas, sólo estoy yo. ¡Dios mío!. Mi cabeza empieza a desenvolver con sorpresa y rapidez, como si fuera un regalo, todas aquellas situaciones que pueden empezar a desencadenarse.
 
Lo primero, perdería mi trabajo. Casi con total seguridad.
Mis padres, la noticia sería un mazazo ... quedarían muy tocados. Son ya mayores.
Mis hijos, ... económicamente no podría permitirme los gastos asociados para visitarles.
 
Perdería todos y cada uno de los soportes que dan estabilidad y normalidad a mi vida. No volvería a ser el mismo. Nada sería igual.
 
 
Pasan 30 minutos. Nada ha cambiado.
 
Empiezo a plantearme llamar a un compañero de trabajo. Mi adicción, apenas nadie lo sabe. Del trabajo, nadie. Pero algo tengo que hacer. ¡Madre mía!. ¡¡No hay nadie para levantar los procesos!!. Tendría que contarle la verdad a este compañero. Ahora mismo, no tengo capacidad para inventarme una historia alternativa que justifique mi crítica situación. Creo que podría confiar en él. Bueno, puede que haya también otro compañero al cual podría llamar. Mi relación no es igual que con la primera persona que me vino a la cabeza. Pero, ... tengo que hacer algo, ¡y ya!. Al menos cogí el móvil. ¡Madre mía qué hora es! Todavía no he sacado el móvil. Me encuentro hundido, totalmente hundido. Voy a perder todo.
 
 
 
Alguien grita:
 
¡Todos fuera!. - dice el machaca de dentro, - ¡Vamos todos fuera!, a la calle.
 
 
Joder, ¿Qué pasa ahora?. ¿Han dejado el control y van ahora a la casa?. Eso nunca ha sucedido; eso creo. Tampoco mi vida es el Poblado. Quizás vayan a por los dueños de los coches... quizás, ¡Joder!.
 
 
Cuando salgo a la calle, ahí están. La Policía, pero no son los Municipales. Es la Policía Nacional. Un simple coche y dos agentes.
 
¡Venga!. Vamos sacando todos la documentación, por favor - pide uno de ellos.
  
Van comprobando la situación de cada uno de nosotros. Imagino buscarán a alguien en concreto. Código ocho, algo así dijeron en la central sobre mí. Me devuelve la documentación.
 
La Policía Municipal sigue con el control en la rotonda de entrada. Sin embargo, los Policías Nacionales de la casa donde yo estaba, parece que ya han terminado. No se llevan a nadie, y todos pueden volver al fumadero, a seguir con su tarea.
 
 
Estoy desesperado.
 
Todavía el agente de Policía Nacional no se ha montado en su coche. El compañero le está esperando con el coche arrancado. Irán, imagino Poblado adentro, para revisar más casas.
 
Estoy desesperado.
 
¡Por favor agente! - llamo a ese Policía - Por favor, ¿podría hablar con usted?.
 
 
No tengo muy buena memoria. De hecho, no considero normal que olvide nombres, fechas de cumpleaños, eventos ... Algunos dicen que la razón viene del interés o no que despierten esos recuerdos, fechas, ... Pero esa noche, ese momento ¡JAMÁS podré olvidarlo!.
 
 
Mi vida, tal y como la tengo, pendía de un hilo. Le cuento TODO  a ese agente. El problema con el coche de empresa. El trabajo ..., que no hay nadie para levantar aquello. Mi divorcio. Los viajes para ver a mis hijos. Mis padres ... Todo. No sé cuanto duró la conversación, más bien monólogo.
 
Al terminar, me miró. Puso una mano sobre mi hombro. Él era alto, bastante más alto que yo, más bien joven.
 
Sus palabras fueron directas. Hablo con claridad, con las palabras adecuadas para hacerme saber que, todo lo que YO pensaba que me iba a suceder, no era nada. Ni por asomo podría imaginarme el agujero al que me estaba cayendo. Yo, empecé a llorar, tanta objetividad me superaba. Después, él me vino a reconocer su asombro ante mí. ¿Qué coño hacía allí?, ¿Pero qué coño hacía allí?. Mis hijos. Mis padres. Mi vida ... Todo, todo a la mierda.
 
 
De repente, calla ... se da la vuelta y se dirige al coche. Yo sigo de pie, inmóvil. No sé ni que hora es en ese momento.
 
Respiré cuando me dijo:
 
Móntate en el coche, y síguenos - me dijo, a la par que miraba a su compañero.
 
 
 
Despacio, muy despacio fuimos directos al control de la Policía Municipal. Yo le seguía, sin comprender muy bien lo que iba a suceder. Para nada pensaba que aquello iba a terminar, de hecho, sentí que algo comenzaba. Algo desconocido.
 
El agente de Policía Nacional, se bajó del coche. Habló con un Policía Municipal. No fueron ni dos los minutos de conversación. Al terminar de hablar, con tez seria, muy seria, se acercó a mi coche.
 
 
Tienes esta oportunidad - me dijo, clavándome la mirada - Tú no pintas nada aquí. Tú no tienes que estar aquí. ¿Lo entiendes?. ¡Tienes está oportunidad!. No quiero volver a verte de nuevo.
  
 
No dijo nada más. Yo tampoco dije nada.
 
 
Muy lentamente conduje hasta el control de la rotonda de la entrada. Podía sentir las miradas sobre mí de los Policías, Municipales y Nacionales. Avanzaba lentamente, con el coche de empresa. Mi interior era una mezcla de todos los sentimientos posibles: Miedo, vergüenza, alivio, desesperanza, arrepentimiento ....
 
 
 
Me reincorporo a la carretera. Conduzco lentamente. Apenas hay otros coches a estas horas. Llego a tiempo para levantar el sistema. También para levantar mi vida que, por completo, se había derrumbado.
 
 
 
He seguido consumiendo. No lo niego. Pero, sin valorar otros factores de mi adicción, he de decir que no he vuelto a coger un coche de empresa, ni a dejar el puesto de trabajo para ir al Poblado. Y otras cosas, entiendo positivamente, han sucedido.
 
Al menos, esa noche, la ayuda de ese agente de Policía desarrolló un mínimo. Una frontera que no puedo, jamás, volver a cruzar.
 
 
La gratitud que tengo a ese Policía Nacional, ... no tengo palabras. Sólo espero que supiera, que advirtiera lo que implicó su ayuda. ¿Quién era yo?. ¿Por qué habría de creerme?. Era, soy, un yonki. No era su problema. En general, no tenemos solución.
 
Esa noche hacía frío. Tendría mucho trabajo. Ir casa a casa. Viendo ejemplos de la miseria humana. Todos temerosos, todos mintiendo. Todos odiándoles, a ellos, a la Policía.
 
 
Yo, en cambio, ... no puedo más que mostrar todo el agradecimiento posible. El mío, el de mis hijos que pueden disfrutar de un padre que les ama con locura. El de mis padres, que albergan una esperanza para con mi adicción. El de mi pareja. Y todas aquellas personas que ven en mi lo que soy, o lo que fui.
 
 
Muchas, muchas gracias por ese momento. Por esa decisión que conllevó a que siga aquí.
 
 
Gracias de corazón 
 
 

miércoles, 5 de abril de 2017

Se veía venir

Es un denominador común, y daba igual
que rezases para que no sucediera. Y es que, se veía venir.
 
 

 

 
Recuerdo esas primeras veces en que ibas al Poblado. Ese miedo aterrador, a todo. Absolutamente a todo lo que formaba ese submundo.
 
Miedo de los gitanos. Miedo de los machacas. Miedo de los perros, las jeringuillas. Miedo de esas miradas, esas preguntas.
 
Esas primeras veces, actuabas como un fantasma. No existías. No tenías nombre, no tenías voz. Sólo tenías pánico de aquel ambiente, tan desconocido para ti.
 
 
Y pasa el tiempo, en escala de meses. Y, mira tú por donde, aquel lugar comienza a parecerte no tan extraño. Te encuentras, ¿la palabra es bien?. Cierta sensación de comodidad. Y es aquí cuando te descubres escuchando las historias más alucinantes que te pudieras imaginar. Poco a poco, te atreves a ser tú, ante el lógico asombro de los demás.
 
 
Ya no vas al Poblado a pillar e irte; ahora pillas y, te quedas.
 
 
Pues es entonces cuando en un día como hoy.....
 
Hoy estaba previsto ayudar a una amiga con un asunto familiar. Al final no pudo ser, no a esa hora que en principio quedamos. Lo siento mucho ... porque me gusta ayudarles, me viene muy bien. Lo siento por ellos; pero también lo siento por mí.
 
Y es que entonces, ya estaba 'libre' y 'sin control'. A las 4:30 de la mañana me encontraba en el Poblado. Hay pocas personas. Del grupo que formamos, el único discordante era un chico que recién acababa de salir de la cárcel, según nos contó por bastante tiempo. Le intentamos tranquilizar respecto a su forma de actuar. Está totalmente a la defensiva, buscando la confrontación, pidiendo -cuasi exigiendo- sin parar ... y así, así aquí no sacará nada.
 
Asombrosamente. al final, el chico acaba más o menos disculpándose y ya, mucho más tranquilo, forma parte de nuestra conversación. Creo recordar que éramos un chico argelino, una chica rumana, dos españoles y un ser no identificado que dormita en el suelo. El chico de la cárcel denota un bajo nivel cultural, pero no interrumpe y escucha. Hablamos de idiomas romances, entre ellos el rumano. me aventuro a preguntar a nuestra interlocutora rumana acerca de Moldavia. Su reacción me sorprende. Ella considera a Moldavia poco más o menos que una mezcla de paletos a medio educar. Ante esta encendida respuesta, me guardo las ganas de saber sobre el territorio moldavo de Transnistria. Si algún día vuelvo a ser normal, quisiera visitar ese territorio tan singular. Aquí, en nuestra Europa.
 
 
De un tema a otro. Hablamos de Historia, de la historia de Argelia. Su sangrienta guerra con Francia. Este chico argelino considera un error abandonar la cultura europea. Me acuerdo de esa GRAN película: 'La Batalla de Argel'. Veo que es buena persona nuestro argelino, lástima que aparte sea  alcohólico - de vino de cartón-, y consumidor de cocaína. Una mezcla poco 'cool'. Pero chico, que son ya casi las 6 de la mañana. ¡Qué más quieres!
 
Empecé a las 4:30 y son las 7:00. Salgo pitando. Tengo confirmada asistencia  a un evento. Unas ponencias, en formato breve, a priori  muy interesantes. Versan sobre el futuro tecnológico, revolución industrial (creo que vamos ya por la 4.0 o así).  Un futuro que, según parece, ya  está aquí.
 
Aquel ambiente tan activo, realmente anunciaba un futuro que se encontraba ya allí, en ese salón de actos inmenso. Yo,  un yonkie, también me encontraba allí. Entre ponencia y ponencia, charlaba con mi compañera de butaca. Recién presentados hablamos de plataformas de comunicaciones. En seguida veo que ella deja ver un perfil más hacia el marketing. Yo lo tengo claro:  tiro a lo técnico; puro y duro.
 
No me quedo hasta el final del acto. Aprovecho media hora antes y de nuevo me paso por el Poblado. No más que una breve visita. Es cuando descubro que no he comido todavía. Bien, vamos para casa, comemos algo y a las 16:45, de nuevo en el Poblado.
 
Entro en una casa no muy habitual. Parece ser que la casa de siempre, donde siempre acudo, tiene un pequeño desencuentro con la Policía; no se puede pasar. Bueno, hago tiempo en esa otra casa.
 
Allí, me reconoce una chica, más bien una mujer. La recuerdo de alguna madrugada. La recordaba fuerte de ánimo, alegre ... hoy no está así. Nos saludamos, y aparte de su tristeza veo también que es muy guapa. Es normal que estos detalles sean totalmente prescindibles para un adicto.
 
Me cuenta, me confiesa que está muy cansada. Ha tocado fondo, lo va a dejar. Lo va a dejar de verdad. Me habla de un Centro; ya está todo preparado. Me habla de esperanzas, de estar limpia, de estar con sus hijos. Y aquí, aquí rompe a llorar como si no hubiera mañana. Me abrazo a ella y sé, porque lo sé, que va a salir. Apenas lleva tiempo enganchada; eso sí, la velocidad a la cual ha tocado fondo, es increíble. Pero, de verdad creo que lo va a conseguir.
 
Nos despedimos, aunque no del todo. Nos emplazamos de aquí a un par de días, antes de que se vaya. Yo, no sé porque digo nada. Un yonkie no cumple ese tipo de compromisos. Pero bueno ...
 
 
Son las 18:00. Según parece, el debate o lo que leches esté pasando entre la Policía y esa casa, va para largo. Voy de visita a otra casa. A saludar, y a pillar.
 
En este sitio, me encuentro con unas personas ... No puedo decir nada, porque es más que probable que pudiera alguien deducir quien es. El caso es que, dicha persona me deja totalmente maravillado con el tipo de trabajo que realiza, Y hablo de un trabajo normal y corriente. Aunque la verdad es que las anécdotas, buenas y malas, y un escenario como Madrid, visten a este trabajo con un perfil totalmente desconocido por mí.
 
Ya casi las 19:00, por fin la Policía termina lo que estuviera haciendo. Entro, saludo y de nuevo me encuentro metido en una conversación de lo más normal, entre unos y otros. Todos ya conocidos.
 
 
Uno es de Ecuador, otra de Rumanía. Marruecos. Españoles, españolas. Han estado en la cárcel, la mayoría. Divorcios, hijos. Alguna risa, así de repente. Asombro, bastante, ante mí. ¿tú qué haces aquí?... De nuevo, descubro como enseguida unos y otros confían de mí. Van a mear, a lo que fuere ... me dicen -'Por favor, échale un ojo'. Me gusta que desprenda esa señal de confianza. Hace que me reconozca, en parte.
 
 
El Poblado. Engancharte al Poblado.
 
Y ... se veía venir.